Yeguas y potrillos en libertad, en la Cabaña La Quebrada

La Ruta del Caballo Chileno por Sudamérica (V). Uruguay

Visita 9: Alma Elorza, Cabaña La Quebrada, Young. Visita 10: José María Campiotti Don Poro, Cabaña Don Poro Criollos
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Estudios científicos de hace solo unos años, se han atrevido a ponerle fecha a la domesticación del caballo por el hombre.

Fechan entre el 2100 y 1800 AC el uso del caballo por los pueblos que vivían en las estepas de la región del norte del Mar Negro. Y desde ahí se extendió siglos más tarde por el resto de Asia y Europa.

Desde entonces esa relación Humano-Equino, según el uso que se le ha dado fue modificando morfología y funcionalidad de los caballos. La gestión humana fue una de las fuentes de modificación en las diferentes razas caballares que hoy pueblan nuestra tierra.

Es por eso que hoy en día, caballos de un mismo origen, pueden tener características muy similares, y a la vez ser muy diferentes. Donde cada ejemplar tiene su belleza, y la funcionalidad que cada pueblo ha necesitado, según el uso.  

En nuestro viaje, venimos siendo testigos de esto, con una evidencia que nos deja sorprendidos.

Y la pregunta que nos venía todo el rato es: ¿Cómo es posible que se tengan caballos con diferencias de tipo, morfológicas o de función, en distancias de 200 o 300 km, de un criadero a otro, solo por estar divididos por una frontera?

Y la respuesta la fuimos obteniendo en cada visita de este viaje. Donde criadores/as nos fueron ilustrando en entrevistas amenas, donde no solo nos abrían su lugar de crianza, si no que más que eso, nos contaban sus secretos.  

Después dejar Brasil el país mas grande del cono sur, pasamos a uno de los más pequeños, pero de una belleza que nada tiene que envidiar a su hermano más grande.

La República Oriental del Uruguay, es un pequeño país, que limita con dos grandes gigantes, Argentina y Brasil. Y por el sur este, tiene una gran costa al océano Atlántico, convirtiéndolo en un lugar de mucho atractivo turístico. Y eso, solo si nos referimos a su geografía, pero no podemos dejar de mencionar aquí a su gente. El Uruguayo (la Y junto a la o, se pronuncian muy marcada -YO) es muy ameno, muy amigable, y tremendamente acogedor.

Y esto que notábamos en la carretera cuando parábamos a echar gasolina, o tomar un café en una parada, lo sentimos de mayor manera cuando llegamos a la casa de nuestros anfitriones en las 2 cabañas que visitamos.

Novena Visita: Alma Elorza, Cabaña La Quebrada, Young, Departamento de Rio Negro -Uruguay

Nuestra Primera parada en Uruguay, es la ciudad de Young, en el departamento de Rio Negro, en el centro este del país. Una ciudad con importantes explotaciones, ganaderas, lecheras, agrícolas, forestales y cítricos.

A no más de 20 kilómetros de la ciudad, nos dirigimos a la cabaña: La Quebrada.

Ahí nos recibe la criadora y experta en ganado vacuno y equino Alma Elorza. Con 50 años de experiencia de cría de caballos criollos, Alma es de esas personas que no puedes dejar de visitar, si quieres hablar de los caballos criollos, uruguayos, argentinos, brasileros o chilenos. Ya que ella es una gran investigadora, y estudiosa de la raza. Y tiene una memoria privilegiada, que le permite cambiar de un país a otro, dando nombres de caballos, y sus sangres que nos deja a los tres visitantes agradablemente sorprendidos.   

Originaria de familia ganadera de vacunos, cuando se casa, conoce la raza de caballos criollos, y decide poner todo su talento en busca del caballo “perfecto”, que para los criadores nunca se llega, cuando parece que lo consiguieron, les surgen nuevas expectativas.

Alma Elorza: “Un gran gusto estar con ustedes acá recibirlos en mi casa en el departamento de Río Negro del Uruguay, un gusto que tengan el interés por nuestros caballos, por nuestra raza criolla, en estos países del Río de la Plata. Yo en realidad vengo de una familia de criadores de Hereford ganaderos de Hereford desde mi bisabuelo, yo aquí en esta estancia llevo toda una vida.

Yo no conocía los caballos criollos. Los caballos criollos los conocí cuando me casé con Javier Aznárez, que nos fuimos a vivir a Maldonado. Fuimos a vivir al pueblo Gregorio Aznárez, un ingenio azucarero, donde había una manada de criollos que era de mi suegro y mi marido me preguntó si tenía interés en dedicarme a los criollos, y le dije que sí.

Y en cuanto los conocí me apasionaron, tuve la suerte de tener tres grandes maestros criadores importantes del Uruguay. Y me vinculé rápidamente a la Sociedad de Criadores, al aspecto gremial de la raza.

Me conecté enseguida también con el exterior y fui a la Argentina, donde conocí la caballada de la familia Ballester, donde pude ver la funcionalidad de los caballos de esas cabañas.

Con eso, yo tenía una idea de lo que quería como caballo, como caballo para mi manada. Donde la funcionalidad para mí era primordial, o sea, yo siempre considere que el caballo criollo o cualquier caballo es para andar. En aquella época el caballo criollo, se usaba mucho para trabajar en el campo. Y a nivel de deporte existían las pruebas de rienda. Y nosotros sabíamos que los chilenos andaban muy bien en eso.  Y tenía claro que era fundamental la sangre chilena. Y ahí junto con Roberto Mailhos, trajimos en el año 78, los dos primeros padrillos importados de Chile, que fue «Los Tilos Quillacon IV» y «La Amanecida Cautin».

 Nosotros teníamos un campo en Maldonado y había un domador que manejaba la manada, él estaba a cargo de la manada. Y Cuando llegó El Cautíl, (el Cautíl era un caballo chiquito) cuando lo vio no le gustó nada, y yo le dije que lo traía para que lo domara.

Bueno, cuando le empezó a montar, me acuerdo como si fuera hoy, un día entró a un rodeo. Y el caballo solo, solo, se le fue a la vaca. Y ahí, él lo empezó a trabajar y quedó fascinado con el caballo, ¡fascinado! Y esa fascinación que le creó al domador, fue lo que lo que nos fascinaba a nosotros también, que éramos amantes de los caballos chilenos. La funcionalidad como bien saben, es altamente heredable y las condiciones familiares se repiten. Se repiten las condiciones buenas y las condiciones malas. Yo siempre digo lo mismo, o sea, uno tiene una caballada con poca función. Y no porque le eches un caballo altamente funcional, no la vas a mejorar del todo, porque la mala función la tiene por el otro lado. O sea, esas cosas, hay que irlas cuidando todo el tiempo.

Yo siempre le di una enorme importancia a la calidad racial, a la definición racial del caballo criollo. O sea, el caballo criollo tiene un estándar racial que lo identifica como tal, como como de raza criolla. Y ese estándar, para mí es básico y fundamental. Un caballo mediano, rústico, fuerte, resistente de buena función, que cuando se creó el caballo, básicamente era un caballo para trabajo. Las características de la raza, son las ideales para un caballo funcional.

En el momento que empiezas a domar estos caballos te das cuenta enseguida la funcionalidad que tienen.

¿Que es función?, función es un abanico enorme. La función es docilidad, buenos movimientos, buenos desplazamientos, inteligencia, instinto vaquero, velocidad, son una cantidad de cosas que se seleccionan, que se ha ido seleccionando. Y bueno, estos caballos chilenos tenían condiciones básicas distintas a nuestro caballo en general, que era inteligencia, instinto vaquero, velocidad, explosión de movimientos. Nosotros teníamos caballos que eran más más pobres de posterior, más cogotudos, de paletas más paradas. Con un centro de gravedad un poco hacia adelante. El caballo chileno incorporó esos posteriores potentes, esas buenas patas para impulsar en el rodeo, con muy buenos garrones. Lo que mejoraba la angulación de las paletas y aliviaba los frentes, haciendo que se postergara el centro del equilibrio del caballo. Entonces todo esto, que se resumen en: posterior, frente, centro de equilibrio, y coraje.  Eso nos revoluciono la raza, y eso es altamente heredable. Esto el caballo chileno lo daba y fue la gran revolución que hizo en nuestra raza, eso nos permitió llegar al día de hoy con las pruebas que vimos en el último Freno de Oro de Esteio”.

Saliendo de casa de Alma, después de un día de haber vistos muchos y muy lindos equinos, y de haber probado una Lasaña bolognesa y un flan con dulce de leche, dignos de una concurso de Master Chef, volvimos a subir al coche. Ahora nos tocaba cruzar todo el Uruguay, de este a oeste, por el medio para para ir a la próxima cabaña.  La Cabaña de Don Poro, de su criador José María Campiotti, a quien pocos lo conocen por su nombre de pila, ya que para todos es Don Poro!.

José María, es el actual presidente de la Sociedad de Criadores de caballos criollos del Uruguay, nos esperaba en su cabaña, a 50 kilómetros de la ciudad de Treinta y Tres. 

En Uruguay un país principalmente de ganado vacuno, y conocido en el mundo por su buena carne, la raza de caballos criollos es hoy la tercera más inscrita en los registros de la ARU (Asociación Rural del Uruguay) . En el 2024, la raza de criollos, pasó a ser la tercera después del ganado vacuno de Aberdeen, Angus y Hereford, aunque en cantidad de cabañeros es muchísimo mayor que ambas. Ya que hay mas de 950 cabañas de criadores de criollos.

Décima visita: José María Campiotti Don Poro, Cabaña Don Poro Criollos, Uruguay  

“Yo empecé con la Cabaña allá en el año 84, 85. Y a mí ya me sonaba en la cabeza la importancia del caballo chileno.

Yo veía que Argentina los buenos caballos funcionales todos tenían un chorro de sangre chilena, y ahí fue que mi primer padrillo chileno, se lo compré a Alma Elorza, que ella ya tenía su caballada chilena aquí en Uruguay.

Ese potrillo se llamaba «La Sierra Entrevero», era hijo de «Los Tilos Quillacon IV» un caballo que Alma había traído de Chile con Roberto Mailhos.

Ahora lo que me pasó, es que las yeguas que yo tenía en aquel momento eran todas compradas. Eran yeguas de descarte de otros, había comprado muy mal, de aquello no salió nada.

Pero siempre el bichito me quedo picando y cuando tuve la oportunidad me fui a Argentina. Fui a lo de Felipe Juan Ballester que me había gustado mucho su caballada. Él tenía un caballo llamado «El Pituco» que me encantaba cómo se movía, había corrido las pruebas de rienda y la verdad que había sido fantástico. Y entonces me fui a lo de Felipe Juan y quise traer sangre de esa y había un caballo que me gustaba mucho, llamado «Del Oeste Pretal», pero no me lo quiso vender.

Me traje otro que se llamaba el «Del Oeste Compadre», pero la mala suerte es que se muere a los seis meses de llegar acá. Poco después me vuelvo a encontrar con Felipe Juan Ballester en un remate en Palermo, Argentina. Y ahí le volví a decir que me vendiera el «Pretal», se casaba su hijo, me pasa la invitación, y le digo: «vas a tener muchos gastos, tienes que venderme el Pretal» … En ese remate, él también se compra un padrillo de Eduardo su primo, así que le seguí insistiendo, que estaba con muchos gastos… Tanto le dije que al final me vendió el Pretal, que era hijo de Trampolín, un caballo muy importante que había ido a Brasil. Muy importante.

Y su madre era la madre del Pituco, así que para mí era la combinación perfecta. Lo traje y este nos dejó buenos caballos de andar.

Pero esto no termina nunca, entonces vino el Pretal, dio unas cuantas hijas, pero yo ya estaba pensando que iba a incorporar y ahí se me abrió una nueva posibilidad. Ya que yo empecé por mi trabajo a viajar a Chile en el 94. Y dije, bueno por algo me mandan acá y ahí fue que fui al sur a Rancagua y compré el «San Lorenzo blanco y Negro Loncoche».

Este era un hijo del Quilanto, (que a su vez era hijo del Esperando), y de la Topeadura. Que, en aquel momento, me pareció que teniendo toda sangre chilena, era un caballo muy típico para el Uruguay, morfológicamente. Entonces cuando vino el “Loncoche”, la verdad que hizo una obra fantástica. Pero poco tiempo después se cierra el mercado con Chile, ahí se me acabó la fiesta.

El Loncoche, padreó, un día se escapa se pelea con un padrillo de un vecino y termina quebrado. Traje un veterinario, pero me dijo que no tenía arreglo, así que se me muere el Loncoche.

Y Ahí quede otra vez complicado. Pero en el 2000 se vuelve abrir el mercado chileno. Así que salí desesperado para allá. Había un remate de Don Ítalo Zunino, pero cuando me siento para ver los caballos, veo un grupo de amigos argentinos. Estaban sentados frente a mí, y ahí me dije, no puedo creer, estos vienen a comprar el mismo caballo que yo. Empieza el remate, y se empiezan a vender a unos muy buenos precios. Y en eso entra un caballo que no era de Don Ítalo, era otro el dueño. Era de Vilches el arreglador de caballos de Don Ítalo. Un caballo con una sangre bárbara.

Y entonces empieza el remate y yo pico, y de repente miro y los veo a ellos picando y eran como seis, pensé: “me van a destruir” ya que ellos eran 6 y yo estaba solo. Y yo levantaba la mano con una tibieza así y de repente veo que sacan una calculadora. Ahí me entusiasme, porque qué había pasado, en enero el dólar en Argentina se había ido de 1 a 4. Entonces a ellos les costaba cuatro veces más estábamos en abril.  Y se acobardaron, y pude yo dar el precio final y me lo llevé.

 Y cuando terminó el remate, y estaba cargando el caballo se me acercaron, y yo les digo;» Está a la orden, manden yeguas a Uruguay» … Y esa es la historia de la compra del Andariego. Y junto con Andariego, me traje a «Santa ELba Granizo«, que llegó con 19 años y fue un padrazo! de entre las muchas yeguas que me dió, esta la 3 veces finalista del Freno de oro , «Calandria Poral».

De Chile, Andariego no vino directo aquí a la Cabaña, fue a lo de Soledad Ferreira, una chica casada con Pablo Duran, ambos fueron por años los mejores jinetes que había en el Uruguay. Así que yo lo mande directo a ellos, para preparar el caballo y me lo domaran.

Y un día la llamo a Soledad para preguntarle cómo iba el Andariego, y ella me dice: » Este caballo tiene algo que nunca vi, él aprende mirando desde el galpón».

Este caballo tiene algo que nunca vi, él aprende mirando desde el galpón»

 O sea, era tan inteligente el caballo, que ella notaba que el caballo aprendía con una facilidad nunca vista. Y ese caballo comenzó a competir y andaba muy bien, tenía unas virtudes increíbles. Hay una anécdota, que un día en una en una credenciadora (prueba para clasificar para el Freno de Oro) en San Carlos, el caballo entró a topar con tal violencia, que rompió toda la manguera, rompió todas las tablas.

El caballo vive aun, tiene 25 años.